EL PRISMÁTICOS CLUB EN ÑACANDEL

EDUARDO

Mayo

Al final de la tarde del último viernes de mayo, Eduardo descendió del autobús en la parada cercana al Jardín Violeta. Se había acostumbrado a realizar el trayecto desde el hotel sentado en el circular, relajado y observando despreocupadamente el paisaje urbano. Recorrió a pie los trescientos metros que le separaban de la entrada a la sede del Prismáticos Club. No se arrepentía de haber vendido hacía ya casi dos años el complejo hotelero de la costa. Regresar a Ñacandel, tanto en lo personal como en el plano empresarial le había sentado bien. Se había centrado desde entonces en gestionar su acogedor hotel boutique, en esta ciudad acogedora que le sabía a hogar, con sus avenidas de amplias aceras y sus placitas coloridas, o sus jardines e iglesias cargadas de arte e historia.

Los beneficios obtenidos por la venta de su negocio en la zona costera, le permitían mantener una situación financiera holgada. Había ganado dinero y más tiempo para él. Creyó  llegado el momento de intentar cumplir un viejo sueño. Le ilusionaba crear un foro de personas con inquietudes sociales y culturales, un club de hombres y mujeres de los que piensan que es clave adelantarse a los acontecimientos, de los que se implican para encarar los retos a los que se enfrenta una sociedad. Acondicionó dos salas y una biblioteca en un local de 150 m2 que compró en el centro de la ciudad y lo cedió para el uso de las actividades y reuniones del Prismáticos Club.

JULIA

Noviembre del año anterior.

-Cuando me refiero a la esencia del club, estoy pensando en discreción, no en secretismo; hablo de moderación pero no de ponernos de perfil, de que sea transversal, de que seamos sensibles  a los grandes cambios demográficos y tecnológicos que ya están aquí entre nosotros.

Julia escuchaba entre curiosa y divertida a su amigo Eduardo mientras este le exponía sus argumentos. Tenía que admitir que la llamada que recibió días antes invitándola a tomar un vino en el hotel, la había dejado intrigada. En los últimos meses la vuelta a la ciudad del empresario de hostelería, eterno soltero de oro, había causado cierto revuelo en determinados círculos sociales. A sus 47 años, mantenía ese aire mezcla entre canalla y buenazo que aumentaba su atractivo. Le gustó la idea que tenía in mente su amigo, se mostró encantada de embarcarse en el proyecto. Ella antes de despedirse, le propuso que un asunto en el que deberían poner el foco: los cuidados que necesitan las personas dependientes, acentuados sin duda por el envejecimiento de la población. Julia de 45 años, abogada y funcionaria en la Comunidad, conocía este asunto con cierto detalle y pensaba que era uno de los grandes retos sociales a los que nos enfrentaremos en los próximos años.

PABLO

Noviembre del año anterior

Dos días después de hablar con Julia, Eduardo tenía una cita para comer con Pablo. Se sentía eufórico al poder contar con su amiga para formar parte del club. Ella era muy resolutiva, sabía escuchar y tenía un sexto sentido necesario y determinante en momentos clave. Ya había intentado hacía ya algunos años sin éxito, convencerla para que fuese la directora general de sus negocios hoteleros. Hoy se había propuesto intentar persuadir a Pablo, el «economista trotamundos», antiguo amigo y compañero de estudios en la facultad.  Hacía dos años que se había establecido en Ñacandel con María su mujer y los dos hijos de ambos. María y Pablo se habían conocido en el país sudamericano donde ambos trabajaron  para una fundación especializada en microcréditos.

La experiencia en temas relacionados con la economía social de Pablo o sus vivencias a lo largo de los últimos años  en diversos puntos del planeta, podrían resultarles de gran ayuda. Durante la sobremesa el economista le dio su aprobación para contar con él. Le confesó  que uno de los temas que le había llamado la atención al volver de América, era la precariedad laboral que observaba en comparación con otros países occidentales; sobre todo en los jóvenes que aspiraban a integrarse en el mercado de trabajo. En su opinión, esta cuestión de no solucionarse acaba deteriorando la calidad de vida de los habitantes de un país.

LOLA

Diciembre del año anterior

Eduardo acudió con Julia a la presentación de un libro en la Gran Biblioteca a primeros de diciembre. Ella había insistido mucho en que tenía que conocer a su amiga Lola, investigadora y profesora de bioquímica en la universidad. El acto consistía en la presentación de un libro de divulgación escrito por la bióloga. Julia estaba convencida de que su amiga era una perfecta candidata a formar parte de los «fundadores» del club. Lola, que a sus 43 años gozaba de admiración y reconocimiento en su ámbito profesional por la solidez de su formación y sus investigaciones, podría ser la persona más indicada para liderar la apuesta del club por el fomento de la investigación.

Al finalizar el acto y después de saludarse, los tres se dirigieron a una cafetería cercana. Eduardo comentó con Julia al regreso de la velada que Lola le había causado buena impresión. Se notaba escuchándola en la biblioteca, que le apasionaba todo lo relacionado con la ciencia. Los dos coincidieron en que se había mostrado receptiva cuando le propusieron formar parte de la aventura que se traían entre manos. Lola, que se sentía como pez en el agua investigando en un laboratorio, tenía la convicción de que si explicas las cosas con claridad, a mucha gente le acaba interesando profundizar en materias como la biología, la genética o la química, aunque a simple vista puedan parecer complejas. Prometió a su amiga Julia y a Eduardo que se lo pensaría y en unos días les daría una respuesta.

Llegó a su casa cansada, el día había resultado agotador. Los nervios de la presentación, los preparativos de última hora… Ella no estaba acostumbrada al ajetreo y revuelo que se genera en los actos sociales. Se alegró de que Julia hubiese podido asistir. No habían vuelto a verse desde finales de septiembre cuando ambas coincidieron en la librería de Beatriz 1 . La llegada de su amiga a la Gran Biblioteca acompañada por Eduardo, no la sorprendió. La abogada parecía tener un imán para los hombres interesantes. Le causó agrado la oferta que ambos le hicieron para formar parte del club. Sin duda le atraía la idea de integrarse en un grupo de personas y mejorar así sus relaciones sociales. Últimamente tenía la impresión de estar demasiado inmersa en sus clases y en la soledad del laboratorio.

EL INICIO

Mayo

Eduardo había llegado con tiempo de sobra al local del Prismáticos Club. Aún restaban treinta minutos para la hora de la cita. Maite, la decoradora de interiores del hotel nunca le defraudaba. Una sala amplia con una biblioteca, dos grandes mesas rectangulares y sillas alrededor. Dos habitaciones espaciosas acondicionadas como oficina y sala de reuniones. Ese toque de elegancia y sobriedad que resaltaban los huéspedes del hotel en sus valoraciones, se veía reflejado en la sede del local.

A la hora convenida ya habían llegado todos los miembros «fundadores». Pablo fue el primero en aparecer con su pelo alborotado, su mochila y sus carpetas. Julia y Lola llegaron juntas; su amiga a pesar de que según les comentó,  acababa de tener una discusión con su ex marido y padre de su hijo, se mostraba ilusionada con la aventura que iniciaban. Lola parecía mostrar cierta timidez; Eduardo que no había vuelto a verla desde el día de la presentación de su libro, se ofreció a mostrarle la sala con la biblioteca, mientras Pablo y Julia cambiaban impresiones en una de las oficinas.

La reunión también iba a contar con la presencia de otras tres personas que se unían ilusionados a Eduardo, Julia, Pablo y Lola en el reto que ponían en marcha. Beatriz que regentaba una librería  en el barrio de la parte alta de la ciudad, Marta una economista que trabajaba en una empresa de tecnología y Sergio un filósofo dedicado a la docencia en la universidad. Los tres, que habían llegado juntos a la hora convenida, estuvieron de acuerdo con la propuesta de Julia la amiga de Beatriz, de unir el proyecto de apoyo a emprendedores que iniciaron el año anterior 2 , a las actividades del nuevo club.

Eduardo descorchó una botella de cava y brindaron por el éxito de la aventura que se disponían a iniciar. El Prismáticos Club comenzaba su andadura.

Fin

Toledo, Febrero de 2022

Notas:

(1)  (2)  «La librería de los encuentros»       Publicada en el blog  el 02/12/2021

 

 

 

 

 

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