Economía: más grano y menos paja

LAS COSAS….Y LAS CUENTAS CLARAS

Un economista tiene que mojarse, coger los «prismáticos» y si lo que ve en el plano económico no le cuadra, tiene que decirlo en ese momento. Exponerlo después ya no arregla nada. También tenemos que hacer un esfuerzo para evitar que la esencia de la realidad económica (la lucha contra la escasez, la búsqueda del incremento de la productividad y la competitividad para estar en el mercado) no se desvirtúe por consignas o planteamientos de «cuento de hadas», muy alejados de la vida real.

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Educar para competir

La situación más probable a la que se enfrentará un niño o una niña en la vida adulta es la de tener que administrar recursos en muchas ocasiones escasos. Es más sensato comprender cuanto antes las realidades económicas que encontrarán en el día a día. Competir por un empleo o intentar vender un bien o servicio son algunas de ellas. Educarles para competir es una herramienta básica en su proceso de crecimiento. De igual forma considero importante hacerles ver que mantener la serenidad en el éxito y en el fracaso, es una condición necesaria para una vida equilibrada. No me gustaría olvidarme de los ingredientes de una buena carta de presentación en cualquier tipo de relación (también en las económicas): las buenas maneras y el respeto hacia la otra persona.

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Solidaridad o mirar para otro lado

NO SOMOS SOLIDARIOS CON LAS PRÓXIMAS GENERACIONES

Si no conseguimos un pacto para tener un sistema de pensiones público sostenible en los próximos 30/50 años. El aumento de la esperanza de vida y la baja natalidad están invirtiendo la pirámide de la población.

Si no nos damos cuenta de que necesitamos empresas que triunfen en los mercados y creen empleo.

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Ricos y pobres

Cada ser humano es diferente a otro. Las personas tenemos distintas capacidades y habilidades. El espíritu emprendedor y la valentía para asumir riesgos como crear una empresa, se tiene o no se tiene. Todos tenemos nuestro propio nivel de ambición y nuestra fuerza de voluntad. Hay personas en las que predomina la bondad, y otras con mucha maldad. Somos humanos y por este motivo tan diversos. Nacemos en entornos sociales y económicos que no tienen las mismas características. Una de las consecuencias, ni buena ni mala, es que hay personas ricas, muy ricas, pobres, muy pobres y ni una cosa ni la contraria. Y sin embargo, es de justicia que todos tengamos los mismos derechos y obligaciones. También que se valoren los méritos, la capacidad de trabajo y las buenas acciones.

La desigualdad no es relevante

Fíjense en esta clasificación de las personas por su nivel de riqueza económico financiera:

1 Muy pobres     2 Pobres     3 Clase media baja     4  Clase media alta     5 Ricos     6 Muy ricos

No es relevante que el más rico esté a una distancia muy grande del más pobre. Lo que importa es conseguir elevar la «base» (medido en prestaciones económicas y sociales) de lo que consideramos pobreza. Que el «suelo» en la escala del 1(muy pobres) al 6 (muy ricos) sea cada vez más alto. También es fundamental que se fomente el esfuerzo para pasar de un escalón más bajo a uno más alto. Una sociedad progresa cuando aumenta la base y hay fluidez para ir «hacia arriba» en la escala del 1 al 6. Hagan un ejercicio de perspectiva: ¿Las personas en la escala 1 y 2 (muy pobres y pobres) vivían mejor hace 100 años o ahora en España? Si como es mi caso, ustedes piensan que se vive mejor actualmente, parece que la calidad de vida de las personas ha mejorado.

¿Cómo pueden ayudar los que se dedican a lo público?

  • Fomentando un entorno de seguridad jurídica para todos los ciudadanos.
  • Agilizando lo trámites ante la administración y apoyando a los creadores de empresas.
  • Desterrando la corrupción en el nivel político y en el nivel técnico de las administraciones. El dinero que «desaparece» rompe la cadena de redistribución de riqueza.

Meritocracia, capacidad de trabajo y esfuerzo, progreso, seguridad jurídica, mismos derechos y obligaciones…

No importa el «techo» de los niveles 5 y 6  (ricos y muy ricos), la clave es subir el «suelo» de los niveles 1 y 2. Sin olvidarnos de la clase media (motor del consumo y del ahorro).