Viernes por la mañana
El despertador vibró a las 8.30 h de la mañana del viernes. Transcurridos cinco minutos, Candela aún seguía remoloneando entre las sábanas. Rememoraba complacida la imagen de la despedida la noche anterior. En el último instante, tras risas y ansias no disimuladas de ambos por concertar un próximo encuentro, Manuel había buscado sus labios. En la escena del portal se acariciaban y abrazaban. Rozaron más de una vez sus lenguas y culminaron susurrándose cariños.
Cerró los ojos mientras se acomodaba la almohada… Le supo a gloria el postre de fin de cita, con esa dosis justa de erotismo; era como abrir un tarro de esencia de sexo y ternura. Durante la cena habían intercambiado confidencias y miradas cómplices. Los fados que sonaban de fondo, el menú elegido y la decoración del restaurante, creaban un ambiente que estimulaba la intimidad. Con la segunda copa de vino, noto que él mientras la escuchaba, no disimulaba; le pareció, sintiéndose halagada, que no dejaba de besarla con los ojos…
La tertulia de Candela
Una reseña en las redes sociales, indicaba que al local de Candela, situado en la calle con paseo arbolado junto a la plaza vieja, era una parada de referencia para disfrutar en soledad o gozar de una buena conversación. «La tertulia de Candela», una cafetería con salón biblioteca integrada y una cristalera con vistas a un jardín luminoso. Más de quinientos libros y buen café; un refugio cerca de la plaza al atardecer, o una estancia para disfrutar de buenas tapas, cerveza o vinos al mediodía.
El jueves por la noche en la cafetería, se celebró la presentación del nuevo libro de un escritor local, amigo de Candela. Ella había invitado a Manuel al evento; hacía ya dos meses según calculaba, que él había entrado por primera vez en La tertulia de Candela. Era un hombre que no pasaba desapercibido. Alto, más de uno ochenta, piel morena, ojos azules y ligera cojera en su pierna izquierda. Atractivo con su blazer azul marino y pantalones beige o vaqueros. Creía recordar que las primeras veces se presentó solo, tomó café en la biblioteca y se mostró ensimismado con la lectura. Esta semana pasada, acudió en dos ocasiones con amigos comunes, antes del cierre. A ella le invitaron a incorporarse al grupo y en el transcurso de la charla informal, tuvo la oportunidad de hacer algún aparte distendido con Manuel.
El último año y medio, Candela había vivido en una vorágine. La vuelta de Berlín, dando un vuelco a su vida personal y profesional o el proyecto arriesgado de poner en marcha a sus cincuenta años «La tertulia» , justo después de la pandemia… Y respecto a sus relaciones con los hombres, después del último desengaño amoroso, por el momento creía tenerlas bien aparcadas. Manuel con ese aire de cierto misterio, conversación sosegada y cierta reserva, le gustaba; había conseguido despertarle el gusanillo. Susana, su mejor amiga y confidente, tan directa y locuaz como acostumbraba, le comentó que ya era hora de que se tomase unas buenas «sesiones de física y química». -Manuel, el cincuentón que te hace tilín, puede resultar el «profesor adecuado»-, sentenciaba.
Viernes por la mañana
Candela desayunaba en la cocina, antes de marcharse a realizar unas compras para la cafetería. Se presentaba por delante un día muy ajetreado. Afortunadamente, los viernes por la tarde noche, el local solía estar muy concurrido. Mientras saboreaba el café recién hecho, miró distraída el móvil. Un mensaje de Manuel llamó enseguida su atención. Él había partido esa misma mañana en tren con destino Madrid a visitar a su hijo mayor. La noche anterior, le había confesado su deseo de reestablecer la maltrecha relación que habían tenido padre e hijo durante los últimos años. Después de un complicado divorcio y los últimos cinco años trabajando para una empresa multinacional en Sudamérica, Manuel se había establecido en la ciudad para embarcarse en un nuevo proyecto empresarial.
-Gracias por la velada de anoche. En el portal de tu casa me hiciste rejuvenecer cuarenta años. Un beso, te llamo el domingo por la tarde a mi vuelta-. Candela apuró el último sorbo y notó que se mordisqueaba, sonriendo, su labio inferior.
Toledo, Agosto de 2023
Describes de tal manera el local de Candela que me veo allí sentada ,disfrutando una tapa o saboreando un café con el libro en la mano.
Me encanta la incipiente historia entre Candela y Manuel. Calan los personajes rápidamente.
Una lectura que trapa rápido.
Genial como siempre 👏🏼
Es una satisfacción para mí leer una crítica tan generosa. Muchas gracias por tus palabras.