Los economistas tenemos que hacer más atractiva la enseñanza o la divulgación de la economía. Quizá deberíamos intentar que despierte más curiosidad entre los jóvenes. Intuyo que muchos de ellos tienen la percepción de que es una ciencia aburrida, donde señores y señoras muy serios en su torre de marfil, manejan datos, modelos o cuestiones como los impuestos, que no resultan fáciles de entender. Tenemos que bajar más a pie de calle, hay que dar más poder de seducción a esta ciencia social que refleja la vida misma con sus grandezas y miserias.
pobreza
El economista comprometido
Mantengo el espíritu de rebeldía ante las injusticias en lo social y en lo económico. Convicciones forjadas en los primeros años ochenta del siglo pasado, en los inicios de mi juventud. Aún conservo el recuerdo de ese clasismo rancio arraigado en el costumbrismo social. Esa especie de mandato divino que etiquetaba a ricos y pudientes como seres superiores y al resto como personas de obediencia debida y opinión restringida. El paso del tiempo y las experiencias vividas me hacen ver las cosas con perspectiva y serenidad. Valoro el esfuerzo de la sociedad en España a lo largo de los años para que sea factible la igualdad de oportunidades; que el esfuerzo y las habilidades individuales tengan recompensa y no estén supeditados a la influencia del binomio bolsillo-apellido.