SIÉNTATE HIJO, TENEMOS QUE HABLAR

«Este relato es uno de los premiados en el certamen de Relatos con final feliz de 2022,  una iniciativa del programa  municipal Toledo lee . Mi agradecimiento al Excmo. Ayuntamiento de Toledo, a la Asociación de Libreros de Toledo y a la Red Municipal de Bibliotecas por el fomento y apoyo a la lectura».

El autor.

 

SIÉNTATE HIJO, TENEMOS QUE HABLAR

Terminal del aeropuerto de Heathrow, Londres.  Noviembre 2022.

Zona de llegadas.

Silvia le mostró en su móvil, la noticia de una reconocida publicación especializada que se hacía eco del premio. Carlos, mientras saboreaba el café, observaba concentrado el ir y venir de la terminal. Ella le hizo una mueca cariñosa y se levantó.  Aún contaba con  tiempo para hacer una llamada a la galería, antes de que aterrizase el vuelo procedente de Madrid.

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Si hablamos de jóvenes y mayores

Hay dos etapas o segmentos de edad especialmente sensibles, los jóvenes y los ancianos. Resulta esencial ir al grano cuando tratamos asuntos que les afectan. La precariedad laboral en el caso de unos y la dependencia en el caso de los otros, son las dos «patatas calientes».

La importancia de pasar a la acción o adelantarse a los acontecimientos, antes de que nos desborden. Fomentar las redes de cooperación con especial incidencia en el ámbito local o provincial. Llamar la atención, hacerse oír.

Nada es eterno. La necesidad de tener un plan B

Algo que nos pasa con frecuencia a las personas, es que nos acostumbramos fácilmente a lo bueno. Pensamos por ejemplo, que la estabilidad de precios es para siempre. Nada es eterno, tenemos la necesidad de elaborar un plan B para los imprevistos. Lo que tira hacia arriba o hacia abajo de los precios: los desequilibrios entre oferta y demanda.

La aparición de situaciones imprevistas o extraordinarias genera tensiones y caos.  Intentar mantener siempre los pies en la tierra. La creación de valor a medio y largo plazo. Vigilar las cuestiones básicas de supervivencia: agua, comida y energía.

 

CARIÑO, AÚN HAY PARTIDO

Nota del autor

Relato dedicado a esos «buenos equipos» que llegan a la vejez sin rendirse y habiendo dejado huella.

 

Jaime salió al jardín, después de su media horita diaria de siesta en duermevela en el sofá del salón. Isabel se afanaba, con movimientos en apariencia ágiles, arreglando uno de los setos del jardín que tanto le ilusionaba mimar. Se acercó por detrás cogiéndola por la cintura. Ella, con un ligero sobresalto dado que no había sentido su llegada, se giró lentamente. Los ojos de ambos frente a frente, sus cuerpos encajando espacios. Esos ratos de silencios extraños y las miradas extraviadas de ella, en aumento durante los últimos meses, pasaban a un séptimo plano. La seguía deseando, estaba convencido de que le brillaba la mirada y sonreía cuando le susurraba alguna de esas burradas como las definía ella.

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