SIÉNTATE HIJO, TENEMOS QUE HABLAR

«Este relato es uno de los premiados en el certamen de Relatos con final feliz de 2022,  una iniciativa del programa  municipal Toledo lee . Mi agradecimiento al Excmo. Ayuntamiento de Toledo, a la Asociación de Libreros de Toledo y a la Red Municipal de Bibliotecas por el fomento y apoyo a la lectura».

El autor.

 

SIÉNTATE HIJO, TENEMOS QUE HABLAR

Terminal del aeropuerto de Heathrow, Londres.  Noviembre 2022.

Zona de llegadas.

Silvia le mostró en su móvil, la noticia de una reconocida publicación especializada que se hacía eco del premio. Carlos, mientras saboreaba el café, observaba concentrado el ir y venir de la terminal. Ella le hizo una mueca cariñosa y se levantó.  Aún contaba con  tiempo para hacer una llamada a la galería, antes de que aterrizase el vuelo procedente de Madrid.

La siguió con la mirada cuando se alejó hablando por teléfono. Sonreía complacido; al  iniciar la relación, algunos de los amigos de ambos, les llegaron a insinuar que los dos parecían como la noche y el día. Silvia, la extrovertida argentina que regentaba una galería junto a su socia en un barrio céntrico londinense; saliendo con Carlos, el médico e investigador español,  tranquilo y más bien reservado. Para más inri, les advertían acerca de la diferencia de edad: él era trece años mayor que ella. Nunca había tenido la sensación de que esa cuestión fuese un inconveniente –Carlos tenía cuarenta y cuatro y Silvia treinta y uno-. Es  más, pensaba que les hacía encajar mejor en determinadas ocasiones. Cuatro años habían pasado ya, tres desde que él se había mudado a su acogedor apartamento en Notting Hill. Tomó un sorbo del café y buscó la noticia que le había enseñado ella en la web. No lograba concentrarse del todo, desde la noche anterior su cabeza era un torbellino emocional. Revolviendo y colocando viejos libros de apuntes, se había topado con una fotografía del año 1994 en la que aparecía junto a sus padres y su hermana Alicia, tomada en la boda de un familiar.

Una ciudad de provincias. España. Mayo de 1994

Aquella tarde de primavera de 1994 la tenía grabada a fuego en su memoria. La mañana había transcurrido como de costumbre en el instituto, tenía dieciséis años y estudiaba el bachillerato. Subió a su casa al atardecer después de haber estado trasteando por el barrio con sus amigos. Su madre, al llegar, le pidió que entrase al salón: -Siéntate hijo, tenemos que hablar-  le dijo con gesto de preocupación. Le extrañó que su padre también se encontrase allí, aún era pronto y el negocio familiar solía cerrar media hora más tarde.

No sabría decir que le impactó más al recordar aquellos momentos. El sufrimiento de sus padres mientras le daban la noticia por un lado, o el significado de las palabras que  escuchaba por otro.

Estaban arruinados, la situación en los últimos años había ido de mal en peor. Los impagos de los últimos meses, unidos a la caída de la demanda por el aumento de la competencia,  hacían imposible el pago de la deuda en la que se habían embarcado con la ampliación del negocio.

Recordaba que durante la conversación, ellos intentaron quitar hierro al asunto para no asustarle. En los meses siguientes,  tomó la decisión –apoyada, aunque no sin cierto disgusto, por sus padres- de cambiarse a la sesión nocturna en el instituto. Consiguió un trabajo por la mañana de ayudante en un almacén. Años después, logró acabar sus estudios universitarios, sin apenas salir los fines de semana. Los viernes y sábados por la noche de aquella etapa trabajó duro en el sector hostelero. Sus padres le dieron también una lección de entereza y capacidad de lucha durante los siguientes meses y años. Su madre se dejaba la vista hasta bien entrada la noche, cosiendo por encargo y su padre alargaba la jornada laboral en la fábrica en la que se empleó meses después del cierre del negocio. Hicieron lo posible y lo imposible para pagar las deudas que arrastraban y sacar a sus hijos adelante.

En Febrero de 2011, a los treinta y tres años aceptó el puesto que le ofrecía un hospital de Londres. Le convencieron al garantizarle que iba a poder dedicar un tiempo considerable a la labor de investigación. En España había formado parte durante la última etapa, de un equipo que había publicado trabajos de prestigio en el campo de la biología molecular. Desde el año 2017 dirigía el laboratorio del hospital londinense. En los próximos días una sociedad médica entregaba su galardón anual, que este año había sido concedido al equipo de Carlos.

Terminal del aeropuerto de Heathrow, Londres. Noviembre 2022.

Llegada del vuelo procedente de Madrid.

Silvia observó en el panel que el vuelo procedente de Madrid había aterrizado. Se acercaron expectantes a la puerta de salida. Pasados unos momentos, Carlos les distinguió entre el grupo numeroso de pasajeros. Iban acompañados por una empleada de la compañía. Su padre, parecía tener buen aspecto, aunque arrastraba con algo de esfuerzo la maleta. Su madre, que desde hacía meses padecía de las rodillas, caminaba con agilidad.

Con un gesto de complicidad, Silvia le besó en la mejilla. Los padres de Carlos iban a pasar una semana con ellos en Londres. Estaba contenta, sabía que a él le hacía especial ilusión que le acompañaran en el acto de entrega del premio de la sociedad médica.

Les tenían preparada una sorpresa: el anuncio del embarazo de Silvia y la decisión de casarse en una fecha cercana. En Navidad habían proyectado viajar a Buenos Aires para ver a los padres de ella  y anunciarles la buena nueva.

FIN

Toledo, Diciembre 2022

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